domingo, 14 de octubre de 2012

Martín Fierro

Solo es mío mi pan y mi almohada y sobre mi almohada y mi pan recogeré mi amor disperso, roto entre cada punta de estrella, cansado de andar y andar...
Dulce María Loynaz

Mi martín Fierro escapado en el Skype, escapado de quién sabe qué libro que ya nadie lee, escapado del llanto, de la guerra, del amor. Mi gaucho argentino visto a través de la pantalla de mi computador, sin respiro, sin caricias, sin nombres.
Aprieto click y veo su rostro pixeleado, pequeños cuadros cibernéticos van dibujando para mí un rostro humano, dibujan como en una coreografía con cientos de cuerpos dispersos en un espacio.
Aparece su rostro con sus ojos redondos donde la noche duerme, esas perlas negras que destellan en silencio, que han visto a la muerte y que ya no le temen. Luego se dibuja su piel de indio pintada con el naranja de los atardeceres en los que nunca apreté su mano, y por último su boca, sí, su boca...

sábado, 15 de septiembre de 2012

Esperanza

Se encerró en su pequeño estudio y fue a su tocadiscos, tomó el de Debussy entre sus manos, beso con su nariz el olor a aquella música y empezó a escuchar la Petit Suite. Era la media noche. Se sentó en un sillón y lloró, sí, lloró. Aunque toda su vida fue catalogada como una mujer fuerte, ese día en la soledad de esa habitación pequeña lloraba. Con sus  ojos lluviosos recorría las fotos en la pared, pasaba la vista trémula sobre los marcos de aquellos instantes capturados por el pestañear de un lente. Miraba las fotos y no se reconocía, pues en se veía reflejada como una mujer con voluntad de hierro y en ese momento sentía que ya no tenía fuerzas.

Miró fijamente su foto de bodas y reconoció el edificio de Telecomunicaciones convertido en una pequeña maqueta de Versalles, convertido solo para ella, para que se sintiera feliz en su nueva tierra, para no sentirse como una Medea extraña. Debussy seguía impregnándose en todo el cuarto, se respiraba Debussy en las paredes y ella recordaba a sus cinco hijos corriendo por la hacienda El Porvenir, los recordaba felices y una sonrisa despertó en su labios. Al parecer el número cinco siempre estuvo presente en su vida y ella nunca se dio cuenta. Se caso un cinco de diciembre de 1950, tuvo cinco hijos y moriría a las cinco de la mañana.

Las fotos cercaban sus imponentes ojos, la cercaban como si existiera una historia entera enmarcada en la pared, en realidad era su historia desenvuelta en aquella pared. No se sentía bien, no respiraba bien, pero recordaba cuando puso la primer piedra del Teatro Nacional, donde bailaría el ballet Bolshoi solo para ella. Pensó en la Colonia Dambasch, pensó en el Hospital el Retiro, pensó… solo le quedaban fuerzas para eso, pensar. Tomó lápiz y papel, se sentó y escribió:

Queridos hijos:

He vivido mucho tiempo como una mujer feliz, como si la vida fuera simplemente un respiro que el tiempo nos regala. Nunca le tuve miedo a la muerte, pues la he tenido tan cerca, tantas y tantas veces que ya he aprendido a vivir con ella. Es como el amor del tuberculoso y el bacilo de Koch.

Cuando abandoné todo lo que una vez fue mío y me aventuré a la travesía de vivir en una patria nueva, siempre me acompañó la dicha del amor. Amé tanto a mi general que fui yo misma la que maté el amor hacia él.

Me aventuré a una patria donde no conocía a nadie, patria que solo había visto en fotos, de la que no conocía mucho aunque mis padres nacieron ahí. Hijos no teman al recuerdo y al peso de la historia de su padre, su padre que fue un tirano, fue el hombre que me amo durante mucho tiempo, el hombre con quién peleaba durante las noches de Flor de Caña y Champagne, su padre fue el hombre al que siempre acompañé hasta que sus errores terminaron demoliendo la moral que tenía.

Recuerden que amar es una virtud, que solo aquel que ama de verdad es capaz de conocer la verdadera fe. Solo el corazón que se entrega es capar de ser recibido por otro corazón. Así me recibieron todos aquellos que se acercaban a pedirme ayuda en la Junta Nacional de Asistencia y Prevención Social, me recibieron porque los amé.

Mi vida quedó repartida en aquella ciudad destrozada por el Richter 6.5 y en sus gentes, yo ví como se deslizaba hacia la laguna aquel Palacio enorme donde tantas veces besé a su padre, donde tantas veces fui llamada Madame, donde fui mas que primera dama, donde fui Reyna. Mi vida y mi amor quedaron sepultados en aquellos edificios desplomados, edificios que se doblaron junto a otros edificios como si estuvieran cansados de estar en pie...

La mujer respiró profundo, pues la música se había detenido, hubo un silencio grande como de ciudad herida, hubo un silencio como la voz de los muertos, hubo un silencio profundo como el amor que nunca vuelve. Repitió la música una y otra vez, puso sus manos sobre el papel y notó sus arrugas, sus pecas, sus uñas delineadas perfectamente, se dio cuenta que el maquillaje se la había corrido de tanto llorar, así se le iban desdibujando los recuerdos, sacó de su cartera pinturas y retocó su rostro, dio nuevamente forma a sus ojos imperiosos de mujer viva y respiró hondo antes de que llegara la muerte.

Se sentó en su sillón, encendió su lámpara favorita que tenía la silueta art decó de una mujer con los brazos hacia arriba en señal de libertad, ahí la mujer sostenía la lámpara como simulando un sol que brillaba solo para ella. Entonces recordó un verso y retomó su carta:

Hijos solo quiero que me recuerden cada vez que vean al sol, pues siempre estuvo presente en mí como una brillante sonrisa que me acompañó en mis días de grisura, pues no todo en mi vida fue felicidad. Pero hoy no les voy a hablar de eso, mas bien les diré algo que hice mío, que tomé de no sé que libro pero que me acompañó hasta esta noche: Miro siempre al sol que se va porque no sé qué algo mío se lleva.

Recuerden que mi beso llegará hasta ustedes deslizado en un rayo de sol.

De pronto sintió como si algo extraño recorría su cuerpo, algo que no reconocía como suyo pero sabía que estaba dentro de ella. Sonrió. Parecía que sus pulmones se desplomarían como aquella ciudad en aquella fatídica noche. Tomó nuevamente la hoja y la firmó, después sus manos se quedaron quietas sobre los brazos de aquel sofá, aún se escucha a Debussy besando una y otra vez aquella madrugada, eran ya las cinco de la mañana y ahí abrazada por su historia, por su música y por su amor, Hope Portocarrero cerró los ojos y la muerte le dio su abrazo.



sábado, 8 de septiembre de 2012

Treinta veces Guachipilín



… y el que no ponga el alma de raíz, se seca.
Dulce María Loynaz

Ya son treinta años de aventuras, de andares y venires por el camino del arte, por el camino de la niñez, por el camino de los títeres, por el camino de la vida. Hace treinta años salieron de la televisión, dejaron aquellas instalaciones donde se empezó a formar el pequeño grupo de jóvenes entusiastas, de jóvenes que poco a poco se enamoraban del arte de los muñecos, salieron con Gonzalo Cuellar al frente, mi maestro, a emprender un nuevo camino, con miles de ideas revoloteando en la cabeza, en un contexto nuevo los años ochenta, contexto que para mi fue el mas fértil en el arte nicaragüense.

Ya son treinta años desde que trabajaban en las ruinas del Gran Hotel, con los pulmones llenos de humedad, con las historias enrevesadas, cruzadas o tejidas por el tiempo, con una historia contada por las paredes de aquel lugar, con la energía de sus muertos y tal vez aquellos espíritus encadenados los ayudaron en el montaje de Francisca y la muerte, primer gran acierto en la trayectoria del grupo. Mascaras, títeres y actores conviviendo en un solo escenario, con la precisión en el momento de dar vida al muñeco y la necesidad de hablar con los más pequeños sobre el final del ciclo de vida del ser humano.

El Teatro de Títeres Guachipilín en esta primera década de búsqueda, experimentación y consolidación de bases de trabajo hurga en distintas vetas que serán de vital importancia en el transcurso de su historia, una de las principales es la apropiación de nuestra herencia precolombina, de nuestras leyendas, costumbres y tradiciones, de esta búsqueda surge El sombrero del Tío Nacho.

Hay espectáculos que se me escapan, que son ajenos a mi memoria tal vez por no haberlos vivido, el teatro tiene su esencia en ese contacto entre el espectador y la acción escénica, esa relación mágica que convoca al rito de la privacidad casi pública, en el que nos mezclamos y somos uno solo con el arte, sin embargo se de espectáculos que tienen la suerte del recuerdo, de un recuerdo que los convierte casi en material tangible para aquellos que no lograron vivenciarlos. Uno de esos es para mí Chimbombo y las manos, que se convierte en todo un ejercicio experimental donde se rompen las normas clásicas del teatro de títeres, prescindiendo del retablo y utilizando objetos animados a la vista del espectador, las manos trabajadoras transforman al globito de papier mache en casi un niño real, también las manos de todos y todas construían una nueva sociedad.

Ya son treinta años de una labor incansable por el rescate de nuestro teatro, lo que permite la creación de un sello, de una poética que se mezcla con nuestra cultura, con una búsqueda que traspasa los márgenes de la sociología e incluye la cultura en su expresión más abarcadora. El teatro propicia esa unión de expresiones culturales o expresiones artísticas, la danza, la música, las artes plásticas, todas caben dentro del teatro y forman parte esencial de la maquinaria escénica. Aprehender nuestra herencia permite el despliegue de posibilidades, no es simplemente asumir el legado, para mí, lo mas importante es saberlo reinterpretar, reinventar lo que otros crearon y es con el montaje de El Gueguense que Guachipilín logra la simbiosis entre tradición y modernidad. La plástica cubista para los muñecos, la danza como medio expresivo sustancial para el cuerpo, la dramaturgia adaptada al títere, la concepción escénica, la introducción de la fábula ya conocida por todos dentro de una macro estructura y la vinculación de diversos artistas especializados logran vertebrar un espectáculo que, sin dejar a un lado la herencia cultural que encierra esta obra, logra dialogar de una manera fresca con el espectador joven.

Ya son treinta años del andar trashumante del titiritero, de las ruinas el Gran Hotel a la casa de Monseñor Lezcano, a la casita de tablas, la casita casi cayéndose, sostenida por los actores y las actrices, sostenida por el esfuerzo y por las ganas de hacer arte. El tiempo pasa y nos transforma, con nosotros también se transforma el medio, el entorno, las expectativas y necesidades de las generaciones. Se abre una nueva época, una época difícil que deja algunos caminos truncos, época de listas negras y cacerías de brujas, una época que deja heridas en el grupo, que desmiembra a la troupe titiritera pero no logra derrumbar el empeño de Gonzalo y las fuerzas inagotables de Zoa Meza, mi maestra.

Esta etapa lleva al grupo a distintas giras internacionales, a volar como la imaginación, a seguir experimentando en otros modos de hacer, acentúa el carácter de laboratorio y nacen espectáculos como CUECATL que nos proponen un recorrido por lo mas intimo de nuestras culturas a partir de la narración oral escénica, los títeres y la música.

Ya son treinta años en los que el grupo ha ido creciendo y forjándose con la sociedad. El carácter social del teatro es un pilar importante para este grupo, de un teatro que entre en dialogo directo con el espectador, de un teatro comprometido con las necesidades generacionales, un teatro que se desarrolle junto al ser humano que lo vive. De este desarrollo y necesidad de dialogo urgente con las nuevas generaciones nace Las Manchas de la luna, pero hay mas cosas debajo de este espectáculo, no es el simple hecho de dialogar sino la manera en que se dialoga, en que se denuncia, en que se ponen de manifiesto distintos problemas sociales, hay que poner atención en los mecanismos escénicos que se utilizan para la construcción de esta obra, aquí se nota todo un proceso que comienza con la vivencia personal, pasa por la investigación sociológica, se transforma en hecho teatral y termina con la interacción entre el espectador y el producto artístico.

Para hablar de títeres en Nicaragua hay que referirse obligatoriamente a La Gigantona y el Enano Cabezón, al Toro Venado y al Teatro de Títeres Guachipilín porque este grupo, en su constante labor de dignificar el arte para los mas pequeños, ha preparado diferentes camadas de titiriteros que hoy trabajan para la infancia y la juventud, el grupo ha servido como escuela,  como lugar de preparación, como seno materno. Es también en esta época donde estos grupos hijos, por llamarlos de alguna manera, empiezan a trazar su propio camino.

Ya son treinta años del devenir cíclico de la vida, de la redondez del destino, de la gran maquinaria redonda que muchos llaman planeta tierra. Nuevamente un cambio de sede, años de renovación, de emprender proyectos nuevos, de cambios en el ser humano. En la primera década del año dos mil su trabajo se centra, mayormente, en los espectáculos de variedades, veta importantísima y trabajada por años dentro del grupo, veta que se abre en los ochenta con la llegada de Otelo Sarzi en un intercambio cercano, fraterno, provechoso.

Y desde aquellos años hasta hoy Guachipilín mantiene una obra especial, un espectáculo que ha cambiado tantas veces como la misma historia de la agrupación, una puesta en escena que tiene escrita en su carne el cuento de las andanzas, de los hallazgos y los tropiezos, me estoy refiriendo a Historias de Sol y Luna, que ha logrado vivir a lo largo de estos treinta años porque tiene el don de la transformación, tiene el don de ser un espectáculo dúctil, maleable, un espectáculo Fénix pero este no necesita morir para resurgir de la nada. Este espectáculo que deviene en paseo por toda Nicaragua, en su versión actual, encierra una manipulación depurada que explota la biomecánica del muñeco y se complementa con el dominio del público y del arte de la palabra, titiritero y animador se funden para equilibrar el espectáculo, logrando una unión casi espiritual en la manipulación de Florentino, muñeco de veinticinco años que despliega sus cualidades plásticas al ser un verdadero bailarín de Palo de Mayo.

Ya son treinta años de historias, historias y más historias, hace ya treinta años de los frentes de guerra con los muñecos, treinta de las presentaciones en los refugios, treinta años de enseñar, de demostrar que el arte del títere es un arte digno, es un teatro vivo. Se me quedan aún muchas cosas por decir, muchos cuentos por hacer, se me queda afuera Redoblante y Pulgarcito, Fanciquio, La niña Invisible, Aventuras con el televisor, De pícaros y burlados, El gato con botas, Amazul, Cipaltonal la princesa, Piratas, Viajes, El perro que no sabía ladrar, La piñata, y otras mas que también son importantes pero el tiempo es siempre corto. Cuanto tiempo ha pasado.

Ya son treinta años y si me pidieran que dijera una frase que encerrara su trabajo yo diría a voz viva, como lo escribiera Dulce María Loynaz, “Yo seré como el río, que se despeña y choca, y salta y se retuerce… ¡Pero llega al mar!”, porque ustedes han sido como un río que ha sabido transitar por la corriente del arte, han sabido llegar al mar y expandirse para la historia porque el árbol que da frutos siempre estará vivo. 

lunes, 3 de septiembre de 2012

Segunda carta de amor


Cuando subo y bajo del bus no hago otra cosa que mirar la ciudad. He descubierto que en cada sitio hay un trozo de vos. Acaso será que estás en mí sin saberlo y que yo estoy en vos sin pensarlo?. El bus avanza en un rumbo que ya conozco, esta ciudad se ve llena de vos, esta ciudad que vos aún no conoces pero que es tan tuya como mi cuerpo.

Las rayas amarillas de la carretera parecen deslumbrar mis ojos, con una danza ágil de besos sin sentidos, las rayas amarillas solo han sido besadas por la llanta mustia y gastada de algún automóvil. Viven, se aman, sienten y en ese beso silencioso y rápido han podido descubrir los secretos del camino andado, secretos que solo se revelan al verdadero amor, al beso lleno de fe.

Esta ciudad muerta que solo conoce el precio del olvido, que sabe el precio de la memoria olvidada, me seduce con sus rotondas pues en ellas hay algo de tu abrazo. Hay algo de tu brazo fuerte de hombre apretándome cerca de tu pecho, como si en ese instante perdiera la vida abrazado a vos. Las rotondas se parecen a tu abrazo pues me cercan en giros y vueltas como pequeños animales redondos.

Pasamos un puente, dos y tres, y al pasar por ellos en mi ventana se dibuja tu axila, tu olor a madera resbalando por mi nariz. Esa axila donde cada noche cobraban vida mis sueños, mis ansias, mis miedos, axila donde nada importaba, donde la noche caía con su pesada carga.

No hay pasos lentos para este bus, no hay rostros nuevos para estas calles. Solo las luces de las aceras sobrepasan la oscuridad de los cauces. No hay brillo mayor que el que tienen tus ojos al verme, no hay brillo en mis ojos si yo no te veo, solo hay lunas azules y llenas, solo un ojo nocturno que viene a mí como consuelo para esta noche. Ojo que crece y queda prendido al cielo.

El viaje en el bus me hace pensar en el amor y en la fe. Amor y fe van unidos como tu cuerpo y esta ciudad, como besarle los pies a una estatua que nunca besará los nuestros, como cerrar los ojos y pensar en Dios sin tan siquiera conocer su rostro, como caminar juntos de la mano y dejarnos llevar por la brisa del mar que ya no es mío. El amor y esta ciudad, la fe y esta ciudad, tu cuerpo y esta ciudad. La maldita circunstancia de la ciudad por todas partes.

viernes, 10 de agosto de 2012

Las lluvias de Managua

Cuando llueve en Managua, las calles se inundan, el agua café resuena en los zapatos que tratan de escapar del toque húmedo, del beso entre el cuero y el agua. Algunos no usan zapatos y los pies arrugados se quedan inmóviles y en silencio frente a la mar de agua café.

Cuando llueve en Managua las paradas de buses se llenan y llenan de gente, juntan sus brazos, sus hombros, sus sexos y parece que los cuerpos se juntaran en una coreografía cósmica de pequeños rostros mojados.

Las gotas se deslizan por mi ventana y dibujan una silueta Art Decó, un edificio que apenas se sostiene, estoy pasando por el centro de Managua. Centro?, sí, el corazón olvidado de esta ciudad donde apenas fluye sangre perdida de alguna casa, de algún techo, de alguna pared.

Se ve grande e imperioso el edificio de Correos de Nicaragua, se ve como si fuera un fragmento de cielo caído, como si fuera una piedra hecha de mar. Piedra fija y dolorosa, piedra serena rodeada de olvido.

Miles de gotas pesadas resuenan como lluvia de piedras sobre la calle, resuenan sobre la acera de la ya inexistente avenida Roosevelt que aún logra sostener algunos trozos de su rostro. Solo le queda firme y atento el ojo, el monumento blanco al presidente Roosevelt que se yergue como colmillo infinito de elefante observando la ciudad desmoronada.


Hay algo de vacío en el espíritu de aquellos edificios y en cada vuelta de rueda aparece la grisura de una vida nunca vivida, del contraste entre alma y cuerpo. Porque una casa es mas que cuatro paredes y un techo.

La lluvia de Managua me muestra a las nuevas familias que habitan esas paredes remendadas. No hay adornos de navidad, pues la tierra se los tragó todos. Ah! la lluvia y las casas, que imprescindible relación de vida, que aire de respiro, que aliento, que paz.

Hay pasos silenciosos en las aceras, pues el centro es solo eso un punto muerto en la geografía de una ciudad extraña. Un centro como punto negro del que ya nadie se acuerda. Así se han borrado sus gentes, sus calles, sus ruídos.

Solo la lluvia de Managua logra borrar los recuerdos, borra hasta la luna. Ese soplo plateado de quién sabe que dios, queda reducido a nada mientras aparecen lentas las nubes negras dejando un rastro profundo en las heridas de esta ciudad.

lunes, 23 de julio de 2012

Los puentes de esta ciudad



Te he buscado en tantos lugares absurdos, debajo de la cama, en el rostro de la calle, en los tanques de basura, en las camisas raídas de los militares, en las manos sucias de los mendigos, en los sexos de muchos desconocidos, en el aire mismo, pero ayer perdí la razón hurgué en la luna hasta borrarla y hoy la noche se quedó sin luz.

He transitado tantos días y tantas noches por las mismas calles de esta ciudad, he abierto los puentes tan anchos como la espalda del amante perdido en el fondo del mar. Aquí hay miles de ruinas, grietas en las paredes, en las manos de las mujeres y en las sombras de los niños. A veces las ruinas sirven de ritual para los dioses, a veces sirven para el ritual de la carne, para la constante sumersión de las manos en los líquidos corporales de la noche negra y redonda.

Me he deslizado hasta el extremo sur del pasado para poder bordar en el presente los últimos recovecos de mi piel estrujada. Quisiera poder convertirme en un caracol y vivir para siempre anudado a tu pie, llevarte conmigo a diario como llevo en el cuello las olas del mar. Lo siento, pero es que a veces tengo pensamientos egoístas, quisiera tenerte solo para mí metido en estas sábanas que no reconocen otro sudor que no sea el tuyo. Ya no quiero compartirte con la distancia, esa que se burla en nuestras narices y se ríe de lo viejo que nos vamos poniendo.

Ayer caminé con la brisa, la misma que rocía al atardecer los charcos de estas calles. Debajo de mí el sol se ponía fértil y se unía al estero, ahí donde muere el río, se enredaba en los distintos tonos de las pieles que he tenido que marcar noche tras noche, tarde tras tarde, las pieles hediondas a ropa sucia que se revuelcan con el silencio de mi beso desgarrado.

De repente mi espalda se arquea para dar paso a la entrada del barco, se va metiendo hasta anclar en la orilla, la presencia de la flor muerta no es la misma que la de la mano fuerte, el olor a calle solitaria no es el mismo que el de la lluvia sobre el campo de tierra,  la mancha de perfume ajeno no es la misma que deja la saliva gastada en un instante apresurado.

Aquí, en este lugar, puedo ver como la espuma va entrando e inunda las calles que fueron nuestras en otros tiempos y que hoy solo pertenecen a la blancura escurridiza de las llamas azules del mar. Los hombres se van inundando, sus torsos se me dibujan como islas flotantes que mantienen varada esta pequeña extensión de tierra. Sus brazos fuertes y acanelados, tostados de tanto caerles la vida, se convierten en desechos de peces, de conchas marinas y hasta de musgos, como esperando encontrar en la arena el instante de resurrección con el éxtasis del aliento húmedo.

lunes, 25 de junio de 2012

Primer crónica de Managua


Cinco de la tarde en Managua y ni una nube negra en el cielo. Aunque es invierno el sol sigue quemando los cuerpos canelas de las gentes de esta ciudad. Cinco de la tarde en Managua y hay música en la calle, música de gente que sale del trabajo, de jóvenes que salen de la universidad, música de agua helada a un peso, música de caramelo de menta, maní con chile, churrito a un córdoba, música de pies y manos que suben a los buses como en un maremágnum de aquel que solo quiere llegar al hogar y descansar. Cinco de la tarde en Managua, he salido temprano del trabajo, y apuro el paso para llegar lo más pronto posible a la parada del seminario y esperar la ruta 114.

Estoy en la parada, las cinco y diez de la tarde, la ruta 112 hace su respectiva parada y baja un niño con una guitarra. Tal vez tendría unos trece años, quién sabe!, era delgado, blanco, con un hombro mas alto que el otro y la espalda semi encorvada. Hace mucho calor y sobre la guitarra se desliza una gota de sudor proveniente del brazo de aquel niño.

Me siento en la casetita que tiene una propaganda desdibujada del Banco Pro Credit, se ve a duras penas un cerdo rosado que anuncia las cuentas bancarias para niños. Los asientos son de cemento y tienen tierra de zapatos olvidados, de zapatos invisibles que ya no están. El niño se sienta junto a mí, parece cansado. Espero unos minutos.

Cinco y veinte: Por fin llega mi bus!, meto la mano en el bolsillo de mi pantalón apretado y subo en los nuevos buses blancos, con asientos azules y amarillos. Me siento bien al sentarme en mi asiento azul, la espera ha terminado.

El niño también ha subido conmigo pero él no se sienta. De pies al lado de una señora, casi frente a mí, acomoda su espalda al respaldar del asiento, pone firme sus pies como previniendo un frenazo y coloca la guitarra en su abdomen como si esta fuera una prolongación musical de su estómago, quizás, vacío.

Canta, el niño canta, y con cada palabra y con cada sonido suben y bajan las gentes de esta ciudad. Todos pueden escuchar la canción triste y desgarrada, canción con hambre, pero son muy pocos  los que reparan en aquel pequeño ser humano con voz potente. Avanzamos dos paradas y son ya las cinco y treinta, el niño canta: "… cuando ustedes me estén despidiendo con el último adiós de este mundo, no me lloren que nadie es eterno, nadie vuelve del sueño profundo…".

En ese momento miles de cosas pasaban por mi cabeza. ¿por qué ese niño canta una canción tan triste?, ¿por qué siendo tan pequeño llena su boca de muerte?, ¿su madre lo obligará?, ¿su padre presionará a su madre para que lo mande a la calle?, ¿serán adictos sus padres?. Tal vez con esa ranchera su público itinerante le dé un poco mas de dinero y él pueda llevarlo a su casa.

Al terminar de tocar la gente se registra los bolsillos, yo introduzco mi mano en el bolsillo de mi pantalón apretado y saco tres pesos, tres pesos que irán a parar quién sabe dónde. El niño pasa, recoge sus ganancias y se baja en la próxima parada, se sienta en una caseta de aluminio y espera a subirse en cualquier otro bus. Sobre la caseta se desliza la sombra de una valla que dice: Nicaragua la alegría de vivir en paz!. Son las cinco y cuarenta y cinco de la tarde.


miércoles, 30 de mayo de 2012

La niña que se trago la luna.


Para Zoa Meza y sus alas de mariposa

La niña duerme tranquila, al parecer no le molestan los mosquitos que le zumban en los ojos. Se da vueltas hacia un lado, se da vueltas para el  otro, la madre la mira callada y ve como le crece la barriga.

Hace días que le crece y le crece-dice la madre- parece que se ha tragado la luna.


A la niña le hincan los resortes de la cama y la luna le pesa, le pesa como piedras, como la lluvia cuando cae en el cartón con el que su hermano se cobija.


La madre le pasa la mano por la frente porque la niña suda, se le está incrustando un pedazo de ombligo en la parte donde la luna se pone llena, en el lugar donde jugamos solos, en el lugar donde el aire sopla más helado.


La lluvia cae una vez.


A la niña le pesan las flores que tiene sobre las trenzas, también le pesa quedarse parada en el semáforo para ver quien le da una sobra de vida, sobra que también le pesa. Le pesan los pies descalzos, la tierra que se le incrusta en el cuello, le pesan las alas embarradas en su camisa y le sobra la luz cuando sonríe.


En este lugar los niños tenemos la risa más grande que las casas- le dice a la madre.


En este lugar nosotros pintamos de color las calles aunque la gente sea pálida- le vuelve a decir y los mosquitos también la escuchan.


La lluvia cae dos veces.


Cuando hay mucho sol la niña se sienta sobre los pájaros y vuela, vuela tan alto que parece una estrella que baila en el cielo cuando aún es de día. Los pájaros hacen nido en los ojos de la niña y la madre se muere de alegría cuando su hija aprende. La madre no pudo aprender, en sus tiempos había hombres que se limpiaban las nalgas mientras otros limpiaban la tierra.


A veces, cuando la niña tiene sed, le pide a las ranas que le regalen un poco de agua. No le teme a nada, ni siquiera a las ranas.


La lluvia vuelve a caer.


La madre le pasa un trapo por la frente, a la niña se le borra el rostro y la luna se le rompe por dentro. Los mosquitos se posan sobre el hombro de la madre que tapa su cara con el trapo, con el mismo rostro de la niña.


martes, 22 de mayo de 2012

Cristiano y homosexual: humano.


En esta última semana he rastreado varias noticias sobre la situación de los derechos civiles de la comunidad LGBT en Nicaragua. Aunque me encuentre lejos, llevo pedazos de su tierra en mí, pues yo soy  parte de esa hermosa patria que ha soñado por muchos años con formar hombres y mujeres libres.

Me alegra mucho de ver los logros a los que paulatinamente hemos llegado, digo hemos pues yo me siento parte de esta lucha. Me contenta el nombramiento de Samira Montiel como Procuradora de la diversidad sexual, me contenta ver que en la calle hayan vallas con anuncios contra la homofobia, me alegra que Omar Cabezas se haya parado frente a los diputados de nuestra asamblea nacional y haya pedido igualdad para las familias homoparentales pero también me entristecen las respuestas de varios sectores de la sociedad nicaragüense en contra de nuestros logros.

La lucha por los derechos de la comunidad LGBT ha sido dura, pero no quiero referirme solo a esta comunidad, quisiera ser mas abarcador y también incluir los derechos de las mujeres y los niños. No quiero hacer un manifiesto pero quiero hablar de la libertad, de esa libertad que se nos ha negado durante años y años, quizás siglos. Hablo desde mí libertad.

Por qué las mujeres se hicieron para la casa y los hombres para la calle?, por qué desde pequeños se nos enseña que los hombres debemos tomar el puesto en la casa como machos imperantes?, por qué si soy homosexual no puedo adoptar legalmente a un niño?, donde esta el lugar que ofrece recreación sana a nuestros niños?, donde está el verdadero cumplimiento de sus derechos?.

Hablando desde mi experiencia personal quiero decir que soy homosexual y también cristiano, pues sigo a Cristo y su doctrina mas allá de una religión porque desde hace mucho tiempo me di cuenta que las religiones no nos llevan a ninguna parte y que muchas veces nuestros guías espirituales, llámense sacerdotes o pastores, solo nos brindan interpretaciones personales de la doctrina cristiana que nos alejan de Dios y nos acercan a sus proyectos personales. No ataco a la iglesia pero me repugna ver, o mejor dicho leer, los comentarios de supuestos enviados de Dios en los que afirman leyes que, según ellos, son inquebrantables.

Acaso ellos no pueden darse cuenta que la Biblia, además de ser un libro que contiene la doctrina de Cristo, es un libro en el que se cuenta la historia del pueblo de Israel?, acaso no se dan cuentan que también es un libro poético?.  Qué me pueden decir ellos del erotismo de El cantar de los cantares?, o de la poesía del Apocalipsis?, realmente la tierra se pobló enteramente con las doce tribus de ISRAEL? , y que me dicen de el amor al prójimo promulgado por Jesucristo?, y qué me dicen de su interés por los niños, por las prostitutas, por los pobres, por los enfermos, por los MARGINADOS SOCIALES?

Por desgracia vivimos en una sociedad religiosa que se rige por la moral, yo diría por la doble moral, propiciando una mejor manipulación de las ovejas por parte del pastor. Me entristece la noticia publicada en  El nuevo diario donde algunos sectores evangélicos piden la destitución de Omar Cabezas por pedir igualdad de derechos, también me indignan algunos comentarios que varios lectores escribieron en la noticia, publicada por La Prensa, donde se hablaba de los sucedido con Omar Cabezas en la Asamblea Nacional. Creo que la sociedad Nicaragüense necesita despojarse de muchos tabúes y de empezar a razonar, a tener opinión individual, a no ser un rebaño guiado por alguien o algo. No los culpo simplemente reflexiono desde mi experiencia, pero creo que nos hace falta mucha mas educación en este y otros campos.

Recuerdo mis rezos de niño, recuerdo la enorme fe de mi familia, recuerdo mi fe gigante. No es que ya no la tenga pero se ha transformado. Mi familia es católica a ultranza, tanto así que recuerdo el día que mi madre decidió convertirse en evangélica y la familia le dio la espalda, el único que estuvo ahí siempre fui yo. Recuerdo también los comentarios hacia homosexuales que de vez en cuando aparecían en la televisión y recuerdo mi miedo a decir la verdad, nunca me escondí pero nunca fue oficial. Recuerdo mi pequeña lucha por dar a conocer a mi familia qué era la homosexualidad y también me recuerdo tratando de responderme preguntas, buscando información sobre lo que me sucedía, era mi curiosidad de adolescente tratando de encontrar una explicación.

Poco a poco fui encontrando la información científica adecuada, corrí con mucha suerte pues a pocos les sucede esto. Recuerdo los pequeños logros  en mi propia lucha, las revistas de Xochiquetzal dejadas bajo el mueblecito del televisor, la entrada en CAPRI, los talleres de salud sexual y reproductiva, el apoyo incondicional de mis amigos, recuerdo el cambio de familia con respecto al tema, recuerdo el día en que me dije a mí mismo que Dios me querría tal como fuera y también recuerdo aquella tarde en la que mi madrina, tía, me preguntó si yo era homosexual y yo mas nervioso que nunca, mirándole a los ojos le dije: sí.  Mi familia es tan católica que lo primero que mi madrina me dijo es que en el reino de los cielos hay de todo y que no me preocupara, claro esto llevaba lágrimas en sus ojos. Después de esa tarde sentí un gran alivio, luego la familia entera lo supo. Yo tenía quince años.

Mi familia es tan católica que mi abuela no pudo re hacer su vida al lado de otro hombre, pues mi abuelo fue el hombre con el que se caso "de velo y corona", acaso ella como mujer y como ser humano no tenía derecho a ser amada y a amar a otra persona. Mi familia es tan católica que señalaron a mi tía por haberse enamorado de un hombre extranjero que conoció por internet, un hombre que hoy la hace feliz y que la ha rejuvenecido, mi tía tiene mas de cuarenta años. Ella también tuvo su propia lucha y hoy, aunque a regañadientes, la familia acepta su relación. Quién les quita el derecho a amar?, quién les quita el derecho a ser dueñas de sus vidas?, a realmente realizarse como personas, como individuos, como mujeres?

Pero debo reconocer que mi familia es católica y me ama por lo que soy, por mi calidad como ser humano.

Ahora recuerdo a mis amigas de la secundaria. Sus primeras experiencias sexuales, su desinformación ante una ITS, ante el VIH/SIDA, ante el uso del condón, muchas veces las recuerdo preocupadas por no saber cómo abordar este tema con sus madres, recuerdo en algunos casos sus frustraciones ante la perdida de la virginidad. Quién les ha negado el derecho a esta información? Menos mal que poco a poco en esto hemos avanzado pero aún queda camino por recorrer.

Hoy les puedo decir que uno se va cansando de todo. Uno se cansa de meterse al chat.com y buscar un cyber macho, uno se cansa de esperar en la baranda de Metrocentro, uno se cansa de las miradas en un baño de Plaza Inter, uno se cansa de los cines porno, uno se cansa de las burlas de la gente, de subirse al bus y ver como cuchichea la gente, uno se cansa las amenazas, de los asaltos, de los menosprecios, uno se cansa de "el ambiente gay", a veces uno se cansa hasta de luchar y hasta de ser machista.

Este post es íntimo, casi impublicable, pero no quería dejar de pronunciarme ante los sucesos ocurridos en mi país. Hablo por el muchacho soñador que piensa su patria como una nación libre, que piensa su patria llena de gentes con un alto sentido de lo humano, que piensa su patria como tierra buena para él y para las generaciones venideras. Hoy hablo por mí y por mi libertad. 

Al final, para mí, lo mas importante en un ser humano no es su orientación sexual, ni su raza, ni sus creencias religiosas, no importa su profesión, ni estatus social, lo mas importante es su calidad humana y su actitud ante la vida, pues solo a través de estas podrá ser o no incluido dentro de la sociedad como individuo activo.

sábado, 12 de mayo de 2012

Tus manos en mi cintura


Hoy te quise besar como en una postal de los años cincuenta, como en una película de los años cincuenta. Todo era día y travesuras, como en una película vista por mi abuela en su juventud. Tus manos en mi cintura, mi falda amarilla, mis zapatos blancos, mis guantes blancos, mi camisa blanca,  mi sombrero blanco y ancho, muy ancho y tus manos fuertes en mi cintura, tus manos blancas.

Dijiste que me amabas, lo repetiste tres veces. Mis manos en tus hombros, mis brazos caídos en tus hombros. Mírame con amor, que tus ojos sean mi último suspiro, no me dejes solo,  tócame. Bésame en este engaño, en esta película de los años cincuenta, en esta película estruendosa que solo respira escenas vacías, bésame ahora para que mi cintura asfixie esta cámara fija.

Quiero recordarte mío como en aquella película de los años cincuenta. Paro un momento la reproducción de mis recuerdos, paro y no siento mi lengua, no siento mi cuerpo, no siento tu cuerpo. En este cuarto de hospital no hay mas que tu y yo, no hay mas que una televisión vieja, no hay mas que mi peste y yo, no hay mas que mi muerte lenta y nuestra película.

Todo era día en mi cintura, todo era luz sobre el carro. La colina era luz, la comida era luz. Nuestras manos eran día, tu pene rozando mis labios era día, tus hijos muertos en mi boca eran día, tu boca en mis pechos eran día, mi pecho de hombre falso era día, mi pecho de película falsa era día. Esta cama también es falsa, yo lo sé, estas manchas son mentiras, estas mangueras son mentiras.

La película rueda y no para, al fondo un gran campo de flores amarillas, el sol roto en mil pedazos sobre la hierba verde, sobre mi vomito verde. Bésame otra vez, ahora viene la música y las cortinas blancas cerrándose a mi alrededor, bésame fuerte y aprieta mi cintura. Ahí vienen los créditos finales y cinco luces blancas apagándose sobre mí.

martes, 13 de marzo de 2012

Ven


Ven a mí esta noche,
desnúdate en mí
niño de la mirada triste
y llena mi brazo izquierdo
de tu tristeza más dolorosa.
Llena la línea roja de mi sábana,
abriga mi desnudez
y desnúdate en mí
con un viento
que nos rompa los huesos.
Saca de mis costillas
este resorte,
mete en mi costado tu brazo
recordame vivo.
Mancha mi cuerpo desnudo
con tus ojos grandes y funestos,
tus ojos tristes y manchados,
ven niño mío
y rómpeme la luna en el pecho
juega con mi torso izquierdo,
ven a mí esta noche
y rompe la noche entera.

Las pequeñas cosas

Este mar de inmensos azules,este mar que palpita en mí con sus incesantes aplausos y su aroma a muertos. Este mar plano con sus secretos iridiscentes, reposa en mí sin saberlo.
Detrás de este charco inmenso se esconden las manos agrietadas de aquellos hombres que me acompañan. Ahí detrás del manglar solo existe espacio para hombres sucios, para tipos sin nombre, para bestias aniquiladas, derrotadas en sus ansias, en sus tiempos, derrotadas por sus manos.
Pequeñas hebras de mar mojan sus zapatos sucios, olores a perros muertos perfuman su escondite, solo las aves de rapiña pueden ver a estos hombres, solo las aves líricas y funestas pueden oler la mierda acumulada noche tras noche.
Ahí descansan los hombres después de la línea de piedras, después de dejar sus huellas sobre la arena blanca, huellas que serán marcadas y borradas, vueltas a marcar y vueltas a borrar, pues siempre habrá lugar para uno más.
Este mar verde, de árboles viejos y meditabundos no hace otra cosa que guardar secretos.

Las Estaciones y Villafañe. Por David Rocha



“… porque Cuba es un hermoso  país para encontrar a los amigos. Y porque Cuba es un país donde todos quieren a Javier Villafañe.”
Gustavo Roldán

No se puede hablar del teatro de títeres en América Latina sin referirse a la figura de Javier Villafañe, poeta y titiritero argentino con una prolífera e importante obra literaria dedicada en su mayoría al mundo de los niños.

Sus textos incluyen la poesía en la que sobresale su primer libro El gallo pinto editado en 1944, guiones para el teatro de títeres donde encontramos, por mencionar algunos, El caballero de la mano de fuego y La calle de los fantasmas ambos forman parte del repertorio de los clásicos en el teatro infantil de Latinoamérica; Libro de cuentos y leyendas (1945) es una recopilación que hace el maestro titiritero de algunas historias fantásticas de América del Sur y por último, pero no menos importante, Don Juan el zorro su única novela dirigida a los jóvenes. Además Villafañe tiene una extensa obra para adultos escrita en prosa y verso.

Con su carreta La Andariega, su amigo Juan Pedro Ramos y la Guincha, mula que los guiaría en su aventura, comienza su camino de trashumante por todos los rincones de América del Sur, después de unos años su trabajo lo llevaría a Europa y el Caribe, incluyendo en 1975 La Habana.

A cien años de su natalicio Teatro de las Estaciones le rinde homenaje a este maestro latinoamericano con El gorro color de cielo, espectáculo basado en Lacalle de los fantasmas y El casamiento de Doña Rana, escritos por Javier Villafañe.

Cuatro titiriteros cuentan la historia de Juancito y María y de Don Sapo, quienes se enfrentan en diferentes situaciones al Diablo de las tres colas. En el primer caso el Diablo y los fantasmas asustan a María y raptan a Juancito, en el segundo es a Doña Rana a quien raptan. Nadie puede vencer al malévolo personaje hasta que los titiriteros consiguen el gorro color de cielo de Villafañe, se lo ponen y explota.

En este espectáculo el grupo opta por un texto que se acerca al género de la farsa, con una estructura de “fábula sencilla con parlamentos cortos y situaciones muy bien definidas”[1], encontrando al personaje de el Diablo como nexo entre ambas historias y colocando a los titiriteros como hilo conductor de la trama.

Las relaciones en torno a la astucia, la sorpresa, los juegos de engaños, el derrotero de imaginación y la síntesis dramática concuerdan con la síntesis plástica requerida por el teatro de títeres.

Esta concordancia entre estructura dramática y plasticidad pone en primer plano al títere de guante, debido a la pontecialización de su expresividad, mientras el títere de barra queda en un segundo plano.

Ambas técnicas titiriteras son usadas en el espectáculo, ambas tienen biomecánicas diferentes y por ende maneras de expresar y manipular distintas. Por un lado el títere de guante permite movimientos variados, orgánicos y fluidos , como por ejemplo mover la cintura, la cabeza, agarrar objetos con las manos, entrar y salir de escena por cualquier parte del retablo.  Esto queda claro en la escena en que Juancito se enfrenta con los fantasmas, quienes entran y salen inesperadamente por diferentes partes del retablo.

Mientras que el títere de barra permite un movimiento rígido, que el diseñador  Zenén Calero logra dinamizar articulando algunas partes del títere, específicamente los ojos, la boca y las alas, tratando de lograr un balance visual. Los personajes de los dos grillos, la luciérnaga, Don Sapo y Doña Rana son llevados a esta técnica logrando la síntesis de sus movimientos, es decir los saltos, lo que permite entrar y salir de escena de arriba hacia abajo.

El retablo está diseñado de tal manera que sirva de escenario para las dos historias. Arriba para los títeres de guante, este caso Juancito y María, y abajo para los de barra, Don Sapo y Doña Rana. Zenén construye el escenario para títeres de tal modo que es aprovechado en su totalidad, tanto la parte inferior como la superior, no sólo por los muñecos sino también por los titiriteros en el momento de contar la batalla de Don Sapo y la Araña, ya que utilizan una parte del retablo como especie de proyector de imágenes que sirve de apoyatura a la narración.

En el año dos mil Teatro de las Estaciones llevó a escena este espectáculo en las manos de Rubén Darío Salazar y Migdalia Seguí. Esta vez es el elenco joven, junto a Migdalia quienes dan vida  a los muñecos.

La experiencia en el teatro es fundamental y si de esto hablamos se ha comprobado que este grupo la tiene; tomar riesgos también es importante si de arte se habla. Rubén Darío Salazar, director de la obra, decide con su experiencia tomar el riesgo de unir la juventud escénica de Yaitma González y Aniel Horta, con la madurez teatral de Migdalia seguí e Iván García quienes logran una troupe de titiriteros equilibrada, aunque en ciertos momentos se note cierta disonancia en los modos de actuación.

Los actores más jóvenes muestran cierto cliché en sus voces utilizando registros muy graves o muy agudos y en algunos momentos actúan de manera aniñada para interpretar sus personajes, esto es una forma de actuación recurrente en el teatro infantil.

La caja de los juguetes (2003), La Virgencita de Bronce (2005), El patico feo (2006), Los zapaticos de Rosa (2007) y Federico de Noche (2008) son las puestas en escena con las que este grupo matancero ha logrado llegar a la cumbre de sus propuestas escénicas y establecer una estética propia, caracterizada por el preciosismo de los diseño de Calero, por la integración escénica de los actores y actrices y por la belleza estilística de los textos de Norge Espinoza y la asesoría de Yamina Gibert.

Esta vez Salazar propone una puesta en escena sencilla, de espectacularidad reducida que dialoga con la tradición titiritera de América Latina y Cuba, además de basarse en lo que para Oscar Caamaño es el teatro de Villafañe: “Javier Villafañe es el inventor de un estilo de títere de guante, apegado a un repertorio reducido, muy ligado a lo popular, y caracterizado por la economía de recursos escénicos.”[2]

Maese Trotamundos, títere con el que Villafañe presentaba sus espectáculos, es fraccionado en la presencia de los cuatro titiriteros quienes cumplen la misma función y además se retoma la forma métrica en la que Javier escribía, el verso, pero esta vez no se utiliza para entablar diálogos sino que se canta el romance del Señor titiritero. También el sentido de lo popular se retoma en la interacción de los titiriteros con el público y la participación de los niños en la resolución del conflicto.

Teatro de las Estaciones con esta puesta en escena, demuestra un dominio amplio sobre la obra del maestro titiritero argentino que incluye, además de sus textos, la estética que este propuso y la trascendencia que ha tenido en el mundo entero, además demuestra la unión e influencias de la tradición de títeres de Latinoamérica y Cuba. Desde mi butaca mis más sinceros aplausos.
La Habana, Cuba. Enero 2009

[1] Yudd Favier: “Hay solo bueno y mar de espuma… llegamos a Matanzas”
En Tablas 2/08, p.8
[2] Oscar Caamaño: “Dramaturgia para títeres en Argentina”
En Tablas 2/96, p.4

domingo, 11 de marzo de 2012

Retrato de familia. Fragmento de Antígona encerrada




Mi padre sentado a la mesa
sin ver el plato de comida
yo tomándole la mano
quizás para no atormentarlo mas
mi padre siendo polvo
convirtiéndose en un inválido
con las manos ásperas de tanto trabajar
con las arrugas marcadas por el tiempo
el padre que nunca me vio sonreír
siendo comido por la vida.
Mi madre abuela
no sé como decirle
de niña nunca pude mirarle a la cara
su voz para mí es casi irreconocible
pidiendo un pecho para amamantarme
pidiendo vida, paz, agua
y ella sentada a la mesa
provocando a la muchedumbre
dictando con sus piernas la comida,
el día a día
tratando de sobrevivir
y buscando la forma de olvidar a mi padre.
La única que me queda es mi hermana menor
Ismene
la niña tierna que se me pierde en arrullo
la niña que va creciendo poco a poco
y se me convierte en mujer
ella también en la mesa
y yo pensando en tejerle un par  de nubes
buscarle una golondrina
y prenderle la luna al pelo
donde se ha metido mi hermana?
Por que me ha dejado tan sola?
El mar no es nada sin la espuma
sin el viento que sopla y mueve al mundo
donde está mi Ismene
donde se ha metido el pedazo
de mi alma viva.
Mis hermanos
siempre pensando en algún día comerse el sol
sentados a la mesa
tratando de comer elefantes,
tratando de comerse el fuego,
tratando de comerse el vacío.
Ha muerto mi padre
y la casa entera se viste de luto
luto nacional por la muerte del rey!
mentira
el luto ajeno no se sufre
quien no haya vivido un muerto
no puede sentir el dolor del otro
los muertos se cargan aquí
en la mitad de las entrañas
los muertos se guardan como secretos vivos
porque los muertos amados nunca mueren
se te quedan metidos en la carne
luto nacional, el rey a muerto!
y con él muere mi madre
herida por sus trenzas
herida por la asfixia
contrae sus músculos
colgada al techo
y se llevan a Etéocles del palacio
nos lo arrancan de la mesa
y Polinices sufre el rapto del hermano
e Ismene llora los lamentos del hermano
y yo peleo por la salida de mi hermano
pero nadie puede entender cuando un hermano esta lejos
nadie siente el mismo rincón vacío
nadie siente el plato abandonado
y ahora Polinices, mi Polinices muerto
los dos hermanos en el suelo
heridos por sus propias manos
los niños
que en otro tiempo fueron felices
hoy se enfrentan en duelo mortal
como quieren que no luche por lo que amo?
como quieren que vaya en contra de lo natural?
como quieren que yo no acuda al llamado de los dioses?
Como quieren que obedezca las leyes de un hombre?
si pelear por el amor es guerra, créanme que yo soy la guerra misma.
Al parecer nuestra familia
tiene el don de la muerte.


viernes, 9 de marzo de 2012

El hombre y la ciudad


Dicen que el mundo se acaba
pero se acaba más rápido el frio
y tu beso.
En esta ciudad la noche es más noche,
a veces el día es más noche
cuando se apagan tus ojos.
Recuerdo la ternura del ladrillo rojo
de la espalda desgarrada ante mi mano
la ternura del cuerpo inerte con la respiración agitada,
se me cae la muerte y  la vida
de las arrugas de la boca.
En esta ciudad los edificios se construyen con clips,
las calles se caminan con clips,
los niños tienen manos de clips
y los amores tienen labios de clips.
Nuestros dos seres eclipsados en palabras
en la reminiscencia al plato limpio
a la comida del domingo que se hartarán otros
a no querer lavar la ropa
y tenerte el fin de semana para mí
dormido entre estas cuatro paredes
que hoy me diluyen los ojos,
como duele este espejo
que ya no me refleja
que me refleja borroso
como si me estuvieran botando las arrugas
como si esta ciudad se me olvidara con tus besos
esos besos que aun no nos hemos dado
tal vez si ya no te fueras
tal vez ya te fuiste
tal vez no te sujete tan fuerte de la piel
y ahora se te deshacen las ganas
Pero, por qué no me dijiste?
siempre esta ciudad llena de lápices
llena de plumas,
llena de tus pasos borrados,
llena de tus pies corriendo,
llena de otras ciudades
que no se conocen
de hombros que se empujan en la calles
de hombres que no se conocen en la calle
de calles que no conocen a los hombres
pero todos  terminan en el mar.