lunes, 25 de noviembre de 2013

Mañana diré que todo está muy bien...



Y mañana diré como Vallejo: todo está bien, todo está muy bien. Y le daré un beso a la vida, un beso compartido con el sueño de enfundar en mi mano un muñeco y arrancarle una sonrisa a las miradas más tiernas del mundo. Y le diré a la Zoa que el caos y que el mundo y que la vida no es tan triste y que hay nubes y atardeceres y nos contaremos un cuento alegre, un cuento triste, y bailaremos juntos la cueca del adiós, la cueca en llanto de nuestros ojos, la cueca de pañuelitos blancos.


Y mañana pensaré en los cigarros de Rafa, en la maldita circunstancia de la isla  por todas partes, y me pensaré también un domingo, subiendo cuatro pisos y entrando al cuarto, subiendo para cocinar las alegrías semanales, para cocinar los sueños y las cenizas esparcidas por todo el cuarto, para cocinar también, por qué no, las tristes miradas de la madre y del abuelo que ya no están.


Y mañana diré que todo está bien, que todo está muy bien porque llevaremos en el cuello la isla colgada, llevaremos los ladrillos rojos de barro metidos en las costillas y pensaremos en el amor y en los recuerdos, en las botellas de ron y la espuma del mar mojando nuestros zapatos. Y mañana diré que Claudia y yo tomamos leche con galletas en el desayuno, y mañana diré que nos une el mar y el azul y el cielo y la ciudad de las calles barrocas y que nos unen la vida y los abrazos y las ansias y las huellas…


Y mañana diré que estoy bien, que todo está bien a pesar que no tengo los besos escondidos de la ciudad, a pesar que ya no tenga los pasos perdidos de la ciudad, a pesar que ya no tenga al hombre que fue mío en la ciudad y que quiera su abrazo y su muerte lenta en mis labios, aunque quiera detener un taxi y bajarme en la siguiente esquina después del semáforo.


Y mañana diré que todo está bien y que me siento bien aunque me sobren las lágrimas y me falten los brazos, aunque me sobre isla en el pecho.

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